Palabras Finales

Palabras Finales

Las diversas acciones e iniciativas, que responden a los siete compromisos descritos en esta cuenta bianual 2019-2020, muestran el avance que ha tenido la Universidad de Concepción en estos dos últimos años. Sin embargo, para construir la UdeC del nuevo centenario, debemos fijar metas que nos impulsen a caminar, que nos llenen de ilusión, que nos muevan el corazón y el intelecto. Por ello, la invitación es a enfocarnos en un gran desafío que urge atender en el corto plazo: la reforma de los actuales estatutos.

El último esfuerzo institucional dirigido a dicha finalidad concluyó en noviembre de 2007, sin que pudiera aprobarse el proyecto presentado a la Junta Extraordinaria que se realizó en esa ocasión. Como bien sabemos, los estatutos que rigen hoy a la Universidad fueron elaborados y aprobados en 1989, en un contexto social y político muy diferente del actual, bajo la vigencia del Decreto Fuerza de Ley Nº 1 de 1981. Ciertamente, en ese momento, se inauguraba un periodo de renovada democracia en nuestro país, pero todavía estaba la amenaza de la sombra del período anterior. Treinta y un años después, las condiciones han cambiado y así como nos aprestamos a redactar una nueva Constitución, la Universidad de Concepción tiene el deber ético y moral de ajustar sus estatutos a las actuales circunstancias, permitiendo mayores niveles de participación que garanticen el adecuado cumplimiento de su misión, en el marco regulatorio actual, que consagra valores y principios coincidentes con los de nuestra Universidad, entre ellos, participación, transparencia, respeto y promoción de los derechos humanos, e inclusión. Esta rectoría se compromete a materializar los acuerdos del Directorio de la Corporación por la reforma de estatutos y velará por llevarlos a cabo con la participación de todas y todos, de manera que, en los nuevos estatutos, se vea reflejada la UdeC de hoy y la UdeC de mañana, que reconoce su historia, se enorgullece de ella, pero mira el futuro y camina hacia él.

Para finalizar este documento, solo queda reconocer los esfuerzos de todo el personal universitario por llevar a cabo cada uno de los procesos involucrados en la marcha de la Universidad, durante los años 2019, 2020 y lo que va del presente año, que han posibilitado la continuidad de la institución, a pesar de lo adverso de las circunstancias. Como escribió alguna vez el célebre Horacio, “la adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad hubieran permanecido dormidos”. ¡Cuántos talentos despertó en nuestra UdeC la incertidumbre de la pandemia! ¡Cuánta creatividad brilló en las iniciativas que cada persona que trabaja en nuestra institución puso a disposición de la comunidad para realizar su labor específica! ¡Cuánta solidaridad y empatía surgió entre quienes integran la comunidad UdeC para ayudar y colaborar con quienes más lo necesitaron! Esos talentos, esa creatividad, esa solidaridad y esa empatía deben permanecer al interior de esta comunidad, pues darán el impulso requerido para avanzar en las metas que la institución se proponga, en los desafíos que esperan. La pandemia ha mostrado que las personas que conformamos la Universidad de Concepción constituimos una verdadera comunidad, que trabaja unida bajo un mismo empeño, bajo la misma voluntad, con los mismos sueños.

Sabemos que “no puede impedirse el viento, pero hay que saber hacer molinos”, decía el famoso hidalgo de la Mancha. En los ciento dos años de vida de la Universidad de Concepción, han soplado muchos vientos, pero ninguno de ellos ha podido derribar a la institución y, desde el esfuerzo colectivo, hemos aprendido a perfeccionar los molinos que hemos construido, sumando más y más voluntades a esta empresa ideal.

Queremos seguir liderando este proceso de construcción, en la convicción de que todas y todos, unidos por una misma misión, con un mismo espíritu, somos UdeC. Los desafíos que se nos presenten en este camino serán el aliciente que impulse a seguir avanzando, buscando ese heroísmo del corazón, del cual habla el himno de nuestra Casa de Estudios. Y cuando volvamos a cantarlo acompañando con nuestras voces el repique del campanil, cuando volvamos a habitar las aulas y volvamos a pisar trémulos el césped de los jardines universitarios, sentiremos que somos más fuertes, que hemos crecido, que somos flecha que enciende los astros, que enciende la fe.

La UdeC no se ha ido. Está aquí. Aquí nos reencontraremos.